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Autobiografía (2)

  Emma Entre Emma y yo había un conflicto de intereses. Ambas éramos preguntadoras seriales de “¿me das cuando no quieras más?”. No es que no tuviésemos comida propia, pero durante el corto recreo de almuerzo nuestro apetito de pubertas se expandía el triple, e imaginábamos las viandas de nuestros compañeros como la mesa de navidad. La cantidad de sobras que dejaba cada uno de los treinta que éramos en el curso daba margen para que nos armemos un segundo plato, pero, obviamente, todas las sobras no cotizaban igual. La pirámide estaba encabezada por los ravioles con tuco de Rocco. A él no le gustaban mucho, así que optaba por comprarse un alfajor y dejar el plato casi entero para Emma o para mí. Después le seguían los buñuelos de espinaca de Mateo, algún tipo de sanguche de Tito, y cualquier comida que haya sido comprada en el kiosco de Sara, que siempre tuvo muy buena mano para la cocina. A partir del recreo de las diez se desataba la guerra, porque había un pacto silencioso de que s

Carta 2: respuesta a carta de Paloma Feressetian

Señor Diego Maradona,                                        A decir verdad, este mensaje me tomó un poco desprevenido. Ante todo, me alegro de que estes vivo “¡loco!”. Escuché la noticia hace un tiempo y, conociendo tu historia, supuse que ese era el caso. Si bien me parecería interesante conocerte no puedo y no estoy seguro de querer hacerlo. Albergar a falsos muertos es todo un asunto. Primero que todo, en mi casa ya está viviendo George Harrison. Nos conocimos allá por los 90 en un viaje a India. No se si estás al tanto, pero George desde joven, incluso cuando era parte de Los Beatles, practica meditación trascendental. Le ayuda a relajarse, desconectar del mundo y escribir canciones. Yo realizo las mismas prácticas por motivos similares, y desde ese encuentro que somos grandes amigos. Para el 97 le diagnosticaron cáncer de pulmón y garganta, y se salvó de suerte. Él cree que eso fue gracias a la meditación. Así se dio cuenta que no quería vivir para otra cosa que, para el arte y

Autobiografía (1)

1 La historia de mis años de primaria era más o menos siempre igual. Se empieza a terminar el verano, arrancan los consejos maternales de “andate a dormir temprano así vas acomodando el sueño”, las compras a último momento de la innecesaria “lista de materiales” y mi mamá estresada porque cada año me crecían las patas un talle más. Lo que implicaba salir corriendo y gastarse el ahorro del aguinaldo en un par de guillerminas carísimas, que no serían más que un disparador para volver a salir corriendo y gastarse el aguinaldo del año siguiente por la misma irritante, e irremediable, causa. Pero más allá de algunos inconvenientes, siempre nos las arreglábamos para llegar al primer día de clases con todo listo… (a excepción del certificado médico, que nunca entregué antes de mediados de abril). Yo no era fácil en las mañanas. No me malentiendan, solía arreglármelas sola para prácticamente todo, pero no podía evitar sentir la frazada como una muralla de la que no podía salir sin protección

Cuento siniestro/ de terror: "Los Corredores"

Por lo general, me visto adecuada a la estación del año en que estoy. Durante el verano, las camperas para la nieve y la ropa más gruesa se empolvan en el altillo, y en el invierno, intercambian lugares con los shorts playeros. Estaba en febrero, recién llegada de la costa, por lo que el día de intercambio ya había pasado hace rato, y mi ropa fresca estaba guardada en el placard, lista para usar. Pero esta vez me miré el brazo y tenía puesto el tapado azul que heredé de mi abuela, y, para sumar a mi desconcierto, un cartel de papel con un número en el pecho. Nunca estuve tan abrigada en febrero, salvo por las veces en que tuve fiebre, pero si ese era el caso, lo más probable es que estuviese usando uno de mis sweaters gastados de entre casa, no un abrigo tan formal, y menos aún un número en el pecho. Y, si tuviese fiebre, lo que menos estaría haciendo es estar parada en el medio de una calle, fuera de casa. Y, además, para que quede claro que fiebre no tenía, no sentía ningún tipo de d

“La Pensión” de James Joyce y la epifanía

Indagando en el concepto de epifanía y repensando a qué me remite, arribé a la idea de que se trata de un momento disruptivo y repentino en la continuidad, en donde algo se abre paso, se revela y se transforma. Cuando nos sumergimos en una epifanía, se siente como si nos transportáramos a otro estado, a uno que quizás siempre estuvo allí, pero al que uno no esperaba adentrarse. Por eso, en este cambio, la epifanía te obliga a reacomodarte, y mirar hacía atrás para así resignificar aquello que no es nuevo, pero habíamos registrado distinto. En este sentido, podría decirse que la historia de Joyce provee una experiencia “epifánica”. Primero se nos presenta a la señora Mooney y a los distintos personajes que integran su vida, dándonos la impresión de que en ella estará centrado el relato. Además, el título “La pensión”, también parece aludir a que el núcleo principal estará vinculado a esta mujer y a su trabajo en la pensión. Va avanzando la historia, y se empieza a describir su preocup

Comentario: “El Chico Sucio” de Mariana Enríquez

En “El Chico Sucio” Mariana Enríquez, siguiendo el estilo que la caracteriza, cuenta el terror que se vive en el seno de la ciudad de Buenos Aires. En este caso, nos propone a la narradora del cuento como la protagonista, que nos cuenta en carne propia su experiencia al vivir en Constitución y cómo, tras atestiguar un hecho que acaba resultándole casi traumático, cambia su percepción del barrio y de ella misma. Desde un principio, la narradora nos plantea que se siente a gusto viviendo en Constitución y que, de hecho, fue una elección. Su familia de clase media tenía una casa que había pertenecido a un familiar y la mantenían en alquiler. Pero la narradora encontraba una mística especial en esa casa y, al hacerse mayor, se muda. La tensión de la historia comienza a sentirse cuando conocemos a sus vecinos de enfrente: una chica joven embarazada y su hijo de, aproximadamente, cinco años, “el chico sucio”. Ambos vivían en la esquina, y su único hogar eran tres colchones apilados y un pa

Carta de David Lynch a Maradona

Estimado Diego Maradona,                                               Me parece casi irreal estar comunicándome con vos. Muy probablemente no lo sepas, pero en el último tiempo me he convertido en un gran fanático tuyo, y generaste una idea en mi que no puedo quitarme de la mente. Ante todo, me gustaría presentarme porque no se si estás interiorizado en mi trabajo. Mi nombre es David Lynch y me dedico a la producción artística en todas las formas que puedo. En la pintura, en el cine, en la música, en la fotografía. No se si puedo explicar claramente lo que hago, pero lo que sí puedo contarte es que mi intención es fabricar mundos a los que solo podríamos acceder por ese medio. Por eso es que siempre estoy en búsqueda de nuevas inspiraciones, y es así que llegué a vos. Recientemente, me empezó a llamar la atención el fenómeno del deporte, algo a lo que suelo estar ajeno. Las imágenes que uno puede encontrar si se adentra en un estadio de football son verdaderamente fantásticas. E