Autobiografía (2)
Emma Entre Emma y yo había un conflicto de intereses. Ambas éramos preguntadoras seriales de “¿me das cuando no quieras más?”. No es que no tuviésemos comida propia, pero durante el corto recreo de almuerzo nuestro apetito de pubertas se expandía el triple, e imaginábamos las viandas de nuestros compañeros como la mesa de navidad. La cantidad de sobras que dejaba cada uno de los treinta que éramos en el curso daba margen para que nos armemos un segundo plato, pero, obviamente, todas las sobras no cotizaban igual. La pirámide estaba encabezada por los ravioles con tuco de Rocco. A él no le gustaban mucho, así que optaba por comprarse un alfajor y dejar el plato casi entero para Emma o para mí. Después le seguían los buñuelos de espinaca de Mateo, algún tipo de sanguche de Tito, y cualquier comida que haya sido comprada en el kiosco de Sara, que siempre tuvo muy buena mano para la cocina. A partir del recreo de las diez se desataba la guerra, porque había un pacto silencioso de que s